Repudio a la represión en la Plaza de los Congresos

frente nuevo encuentro

El domingo se expresó la verdadera cara de un gobierno al que no se le paran de caer las caretas que ni el marketing político ni los medios amigos pueden ya sostener: la cara de la violencia. Todos los padres y las madres saben que hoy sus hijos no tienen clases porque hay un gobierno que les pega a sus maestros. Les pega proponiendo sueldos miserables, les pega acusándolxs de vagos, les pega convocando a voluntarios a ocupar su lugar, les pega calumniando a sus dirigentes gremiales y les pega ahora también físicamente, con palos y gases.

Como ha pasado históricamente, a ese palo que golpea al pueblo lo sostiene un cipayo local pero es un palo extranjero. Es el palo de las armas que Macri le compró a los Estados Unidos con la plata que sacó del presupuesto educativo. Ese palo del imperio viene a intentar imponer el avance del mercado en la educación pública argentina, el avance de los negociados con los aprendizajes de nuestros chicos y chicas. Programas que empresas multinacionales ya venden en todo el mundo aguardan por entrar en nuestras escuelas públicas, programas que pretenden reemplazar gradualmente al maestro de carne y hueso por software apolítico que no reclama salarios dignos ni hace paros. Un software que puede enseñar a nuestros chicos y chicas a pilotear drones (para usar el ejemplo de Bullrich), pero nunca les va a enseñar a pensar para qué o para quiénes los está piloteando. Es el sueño pedagógico de los CEOs que nos gobiernan, de los que nunca cayeron en una escuela pública y por eso solo fueron educados para ambiciones personales.

En el ministerio del señor Bullrich ya operan de manera directa compañías como Microsoft, Google y el grupo Pearsons, que imponen como requisito prioritario la flexibilización laboral de lxs docentes para que lleguen esas inversiones de un mercado mundial que mueve más de 5 billones de dólares anuales en el rubro educación. La estrategia oficial ya resulta burda por ser tan evidente: criminalizar la docencia para justificar su asedio y posterior reemplazo, vaciar la educación pública para justificar su remate al mejor postor.

Por eso cuando desarman la carpa blanca lo que en realidad pretenden desarmar son doce años de conquistas de derechos: la ley de financiamiento educativo, la ley de educación sexual integral, el 6, 4% del PBI, las millones de notebooks, las universidades públicas “por todos lados” y, sobre todo, una conciencia docente comprometida con un proyecto de sociedad inclusivo. Por eso hoy más que nunca los y las docentes de todo el país estarán aferrados los unos a los otros como los y las docentes de la plaza, para rodear a la escuela pública en un enorme abrazo protector que no será solo simbólico.  

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